Archivo de la categoría: ReBlog

Tocarte

A Trancas y Barrancas

Busco tu rastro en todos los enseres que cotidianamente tocaste: la botella de agua al lado de la cama, de la que bebieran tus labios sedientos después de amarnos; el libro que dejaste sin terminar, todavía marcando la página 73 de un trama cuyo final no me atrevo a conocer; el cobertor del almohadón de plumas, el cual me niego a lavar por no perder definitivamente el olor de tu perfume y tu sudor…
Lo que no he tocado ni tocaré es tu taza de café a medio tomar. Ahí se conjugan, en una sola pieza, mis mayores tesoros: la marca de tus labios en un carmín rosado, tu saliva mezclada con el líquido frío y aquella imagen de la taza suspendida mientras cubría tu pecho… el mismo con que alimentaste mis sueños más dormidos, unos momentos antes de que hiciera la foto.
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Ante la imposibilidad de tocarte, esta…

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¿Elegía?

A Trancas y Barrancas

«Un unicornio azul ayer se me perdió…», y éste es el modo que elegí  para recordarte cómo me jodiste a Silvio, amor.

Llevábamos viéndonos no más de una quincena, cuando entró a la estancia un día, desnuda y con sombrilla… los brazos abiertos de par en par y cantando a viva voz la pequeña serenata diurna. «Un momento», le dije -reaccionando igual que un demonio al que cantan réquiem.-» ¡Calla! Mujer. ¡Calla!»… y sus ojos desorbitados no podían ocultar la sorpresa.
Así empiezan las cosas, -continué argumentando mi negativa- ¡Imagínate! Llegas a mí, con brillo de matar en los ojos… leve y etérea, cual óleo de una mujer desnuda…  y me pides que te de una canción en donde un rabo de nube te barra las tristezas y nos escampe esperanzas. Me dice: «te amaré… cuando acabe de amar… y después te amaré… aunque no sea la paz.» Mas luego de un…

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Macaco… El Libro (Reseña)

Macaco (El Libro) Reseña

#TrancasB

«Lo cuento, por lo tanto es cierto»
César Namnúm

Macaco, es el segundo libro de cuentos que cae en mis manos, del artista dominicano César Namnúm. Y digo artista, no tan sólo escritor, porque como casi todos los seres sensibles a la vida, a la belleza y a sus distintas manifestaciones, es tanta la esencia que le habita, que le brota hasta por los poros. César Augusto es músico, cuentista, fotógrafo, radiodifusor -con más de una treintena de años de experiencia-, en fin… yo añadiría también, un tanto filósofo, un mucho maestro y un poquito aprendiz de poeta. Todo un señor artista.

Macaco, es un libro que consta de doce cuentos, escritos en esa forma tan particular de escribir del autor, como si te contara – entablando una especie de diálogo intimista con el lector-, len donde o cotidiano danza entre dos jánicas figuras que desde siempre han inquietado…

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Entre estas sábanas…

Amo su nariz…

A Trancas y Barrancas

… para el “Amor” de nuestras vidas.

Amor del Puerto… y de mi piel de espejo
donde se refleja el dulce amargo de tu sonrisa,
donde se encuentran mis labios y tus labios
en un beso de antojos y ansias locas.
Amor… mi Amor de ojos tristes,
deja que venere tu imagen silente,
deja que mis ojos se coman tu boca 
y te ame una vez más entre estas sábanas,
para decirte luego, adiós… para siempre.

El abrazo fue intenso… tanto, que pude sentir como comprimía fuertemente mis costillas; al tiempo que su respiración, tibia y cadenciosa, se entrecortaba por la falta de espacio entre los cuerpos. Olía a una extraña mezcla de salitre… salitre, albahaca y pasto de prado abierto… colándose imperceptible, por cada poro de mi piel, como el aire mismo, como el mismo aire… embriagando a su paso mis sentidos.

– Ojos tristes… desde siempre espejos, desde siempre…

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Me extrañarás mañana

….

A Trancas y Barrancas

Pasaba justo frente al Convento de Santo Domingo cuando sin dar crédito a sus oídos escuchó aquella melodía que lo transportó desde Pollença hasta la viejas calles de la Zonal Colonial. Se detuvo y una vez recuperado el ritmo de la razón, y el aliento, recordó a aquella muchacha a quien enamoró con una mezcla de palabras indecentes y ternura sin igual; la misma por la que persiguió las luces rojas de los semáforos para besarla ante las miradas indiferentes de los transeúntes; a quien durante 48 días, con sus noches,  enseñó a amar desvergonzadamente y sin temores.

«Eres la mezcla perfecta entre un tíguere dominicano y un caballero español”, ella solía decirle mientras lo amaba… y él asentía exhibiendo esa sonrisa diastémica que tanto la atraía. ¡Pero hoy no! Llegado el tiempo del olvido resultaba imposible des-llorar las lágrimas. Cerró los ojos y por un breve instante pareció encontrar cierto consuelo en la marginalidad amarga…

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