A mi Chacha… (In Memoriam)
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Mi Chacha sabe cuando me siento triste…
Del mismo modo que el gringo responde mis preguntas mentales o yo completo las frases que él inicia… hay entre las dos una conexión que se alimenta de estos 13 años juntas.
Cuando me siente triste o abatida… ella, que es casi tan independiente como un gato, se detiene a mi lado y me mira… acerca su cabeza a mi regazo y, por más tiempo del que suele acostumbrar, me permite acariciarle las orejas… cual si fuese una concesión muy especial. Camina tras mis pasos… me sigue a todas partes, como cuando hay extraños en la casa… No se aleja más de lo necesario.
Mi Chacha sabe cuando la necesito… y si le inclino el rostro y le extiendo mi mano… levanta su patita, que es más bien una garra… y con tal suavidad me acaricia con ella, muy despacio… buscando recordarme, en su lenguaje de señas y miradas, que todavía sigue aquí.
Mi Chacha cree que yo no me doy cuenta… cuando por las noches, mientras todos dormimos, se levanta de su cama, sin hacer el menor ruido y se coloca sobre mis chancletas… en la alfombra que yace a un lado de mi cama… Luego de dormir allí toda la noche, con los primeros rayos se levanta, y vuelve de regreso hasta su cama. No sabe que deja la evidencia, de las chancletas calientes al tocarlas.
Mi Chacha cree que ella es la madre y yo la hija… que su misión en la vida es protegerme, no mimarme… “para eso está la negra zalamera que trajeron hace poco y me fastidia”, pareciera decirme sin palabras.
Mi Chacha chocolate, sobria como una esfinge… es el mejor regalo que me entregó la vida.
©V.Hayes (Enero 2013)
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