Diecinueve Peldaños…

 

Vio llegar a su jardín constelaciones de garzas sonámbulas, y las vio subir, uno tras otro, los diecinueve peldaños que conducían a la balconada desde donde hacían posible la fértil liturgia del musgo y la palabra. En aquél mirador se pronunciaban sin sobresalto morfemas y lexemas de amor libre, y llegaban altos y claros los mensajes de una brisa pura de mar y plátano macho. Allí se intercambiaban caricias de sal y tostones que hacían silbar los estambres –desenfrenándolos, desbordándolos-; esas mismas caricias que, más adelante, serían capaces de convertir la grasa inerte, casi muerta, en manto de lluvia y luz de caderas.

©J.G.

19 Peldaños