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¡Salud! 2018… y una última taza de café.

Yo soy la tinta… y también su revelación.
#FJGonzález – Paradojas

Sólo Dios (y por un momento permita que me pueda la costumbre de creer…) sabe con qué ahínco he estado evitando escribir. No por falta de historias que contar, todo lo contrario. Han sido tantas las revelaciones recibidas en este último tiempo, que todavía no he logrado encajarlas en el absurdo sincretismo de mi propia vida… y a falta del tal conciliación, ni siquiera sabría por dónde empezar a contarlas.

«Sabe más por viejo que por diablo», reza el adagio, y es que los años pasan y pesan… y a su paso, van dejando en nosotros su marca indeleble. La realidad a veces te estalla en la piel, como un balde de agua fría en pleno invierno; que va calando en ti, hasta congelarte el tuétano mismo de los huesos. ¡Cuántas lecciones aprendidas! ¡Cuánta verdad acusada! Justo en el punto de mi historia en el que más he vivido, me siento como un crío que apenas balbucea sus primeras palabras. Porque una cosa es tener la tinta… y otra muy distinta, su revelación.

El valor del instante es todo cuanto tengo. Lo escuché decir mil veces, de mil modos distintos, pero nunca alcancé a comprender enteramente la nomenclatura y el peso específico de dicho elemento: el instante, el presente, el pájaro que ahora mismo tengo entre las manos (ese que vale más que un ciento volando). Tantas maneras de hacer alusión a un mismo significado… y cuán evasiva nos puede ser su moraleja.

Escribo estas palabras y las siento fútiles, basado en mi propia experiencia… usted, amigo tranquero, va a leerme, pero no alcanzará a escucharme ni mucho menos a entenderme, a menos que como yo, le haya tocado vivir un 2017 cargado de severas revelaciones. No es pesimismo, créame que no… es realismo, puro y duro. Estamos solos. Todo cuanto damos y todo cuanto somos está condicionado. Y lo único que puede salvarnos de esta nihilística espiral, es el instante.

El instante es que la tibia de su piel me recuerda que estoy vivo. El instante en que la alegría se expande como quien contagia un virus. El instante cuando el arte se desnuda ante mi y me muestra su oculto significado. El instante en el que planto ventanas, como flores, donde cortar las distancias hasta hacerlas desaparecer. El instante en el que las musas me besan las manos. El instante en que me nombran aquellos que me aman y me hacen presente. El instante en que me maravillo junto a la inocencia que descubre una primera vez. Los ciento de instantes, los miles de instantes que dotan de sentido a esta puta vida tan suya, tan contradictoria, tan absurda… y tan «medalaganaria».

Yo no te deseo revelación, amigo mío, de eso se encargará la vida misma… te deseo instantes. Tantos y tantos instantes hasta convertirse en la mayor de todas tus colecciones. Deseo para ti, en este 2018 que se asoma, te conviertas en el más vehemente coleccionista de instantes que el mundo haya conocido jamás… y que alguno, ¡bueno!, en verdad muchos, los compartas conmigo, con todos nosotros, tus amigos tranqueros.

Esta madrugada una tibia taza de café se alzó a tu nombre… y brindó contigo, a tu salud, aun sin tú saberlo. Esta noche, una copa de vino, repetirá el ritual… aunado a una sonrisa cómplice que acortará lejanías y entibiará tu corazón, como a una mejilla la entibia un beso. El nuestro es un pobre intento, pero intento al fin de agradecerte esta vuelta alrededor del sol que termina, en la que tuviste la generosidad de acompañarnos… y augurar una nueva vuelta que nos depare instantes, instantes como flores en primavera.

¡Salud tranquer@! Con café, chocolate, té, atole, vino o un roncito con coco… esta noche brindaremos por ti… 😉

TrancasBarrancas

Last Coffee

Un Año Más…

Ya no tengo que estirar las manos
para tocarte
no preciso pronunciar tu nombre
para saberte mío
nada pido, nada temo…
solo me aferro al dulce sopor
que me produce
el verte envejecer
a mi lado…
poniéndote por mi mejor testigo
de cuánto, todavía
… te sigo amando.

V.Hayes (2013)