No queda de otra. Hay que sangrar hasta morir. Porque la opción es impensable, antinatural, ficticia. Un mundo de sociópatas: asépticos, limpios de emociones. ¡Un poco de romanticismo por favor! Un poco de Shelley, de Reynolds, de Stoker. Una mordida del mismísimo Drácula. Uno de esos susurros perversos de Hyde. Un verso de Bécquer. Más lágrimas de sangre. Más encuentros carnales que recordar. Menos indiferencia. Menos calores sentidos en teoría. Menos canibalismo social. Mejor sentir la bala que vivir inclinada.