Relatos en el Tiempo del CoronaVirus…
Hacía tiempo que lo venían practicando… ante la imposibilidad física de poder amarse clara y abiertamente, habían aprendido -sin que el mundo apenas lo notase- a tocarse de las maneras más variopintas y curiosas.
Primero fueron las miradas, y luego esos roces furtivos que prolongaban, en la eternidad de tres segundos, su necesidad del otro. También jugaban a dejar el rastro de su olor en los lugares más insospechados, secretando esencias que enervaban sus poros cuando la curiosa nariz se deleitaba en ellos; o besaban apasionadamente los objetos más cotidianos, un libro, una taza de café, una flor… cuyo destino era terminar restregados por los labios del otro.
De ese modo, cuando finalmente anunciaron, por una cuestión de profilaxis, la nueva disposición a causa de la pandemia… prohibiendo todo contacto físico en lugares público, volvieron a revolotear juntas sus carcajadas, tras el desafío de seguir buscando nuevas formas de perpetuar aquel amor secreto.
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El día 66 después de la recuperación, el primer afectado por el coronavirus se levantó con una gran ansia por comer carne humana. – Dani Grustan Isabela
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Amor en plástico
Todo estaba preparado. La habitación casi en penumbras. Sobre la mesa donde descansaba el candelabro, una caja envuelta en papel dorado mostraba una tarjeta con su nombre. “Envuelto para mi amor” como único mensaje.
Una puerta de cristal le permitía observar la hermosa habitación de murales sugestivos. Faunos, sátiros y ninfas en escenas variadas, todas ellas cargadas de una sensualidad muy subida de tono, al contrario del oboe que, más que escucharse, se adivinaba por lo bajo. Abrió el paquete mientras se desnudaba. Debía vestir con su regalo. Como embriagada por la música, la media luz y las imágenes, tropezaba mientras luchaba por ponerse el atuendo, que con tanto amor él le obsequiara. Sabía que él aguardaba tras aquellas puertas. Su agitada respiración era el preámbulo del momento tan esperado. Abrió la puerta y hubiera parecido que silbaba al exhalar ansiosa. Y por fin lo encontró. Entre almohadones y sedas, él la esperaba. Desde la punta del cabello hasta el dedo gordo del pie, se distinguía su cuerpo desnudo, rodeado por el ajustado atuendo de vinilo transparente, como el de ella, garantizado cien por ciento contra el roce, los tirones o mordiscos. Sudor, fluidos y oxígeno se contenía en ellos. Ni el más ínfimo virus o bacteria podría penetrarlo. – Miranda Merced
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Virus
El virus llegó flotando. Era de agua y llevaba los ojos mojados. Parecía tan tierno y triste con su miseria a cuestas. Nadie se dio cuenta que la miseria tenía su nombre escrito con letra de agua. Llegó con voz de manantial a engañar a los hombres. Su melena era de ríos y su vestido las casas agrietadas por los temblores. Algunos lo confundían con el miedo y huían. Otros solo veían su mirada mojada y lloraban indecisos. Es que como su cuerpo era de bruma sentían que le debían el cuidado que se les da a los niños y este como una corona de virus se pasea sin reservas por los mercados. ¿Quién va a sospechar del agua? Si viene tratada, se pensará siempre que es para bien. Así que hasta el anciano sabio le da la bienvenida al asesino que llega a la casa desde cualquier destino. Es que le ven su cara de agua y no la de microbio, virus o buitre. – Lynette Mabel Pérez
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Correctivo
Habían olvidado su existencia y se regocijaban entre transgresiones y leyes clandestinas. Se paseaban desprovistos de toda mirada célica y adoraban a dioses financieros y lujuriosos. Obedecían a políticos ateos, desangelados iban como robots ignorantes de toda profecía. El Padre indignado decidió en su perfecto amor enviar un virus correctivo. Pronto los cielos se llenaron de ruegos… – Gloria Gayoso Rodriguez
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Éramos muchos y parieron el virus! Salió de un laboratorio , muy bien instruido y con vocación de ‘broker’. – Josep Portell Planas
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El amor en tiempos de profilaxis
Para burlar el control y la decente profilaxis en sus paseos, decidieron usar pequeñas cerbatanas hechas con flautas de juguete, Soplaban mondadientes muy afilados con bolitas de algodón en un extremo como dardos.
Eran indoloros; pero mortificantes cuando estaban embebidos en fragancias con alcohol o en ácidas y deliciosas frutas. Eran dulces cuando los untaban con sus propios labios.
A veces narcóticos, con la chispeante euforia de la coca, necesaria para burlar tanto control y presidio.
Y como en público estaba prohibido decirse al oído secretos de amantes, sin ser necesario, en la caña del dardo envolvían un papel de fumar en el que escribían alguna palabra obscena que empezaba y acababa con un corazón.
A veces fallaban, eran buenos amantes; pero pésimos tiradores. Por eso sus ojos estaban heridos, incluso gravemente.
Los encontraron muertos, en un parque sentados en dos bancos enfrentados, con una profiláctica distancia de seis metros. Muertos por sobredosis de amor, entre otras sobredosis de Agua de Rosas, Hugo Boss, cítricos, algún aroma a sándalo y pachuli e incluso algo de carne cruda que usaban de forma obscena en juegos sin distancias.
Los dardos de coca al final, confundieron dolor con placer y el coma llegó entre sonrisas.
No se infectaron de coronavirus. De hecho, fueron los únicos que murieron irreductibles de amor. El resto de los ochenta y tres mil habitantes de la ciudad, murieron en sus casas vomitando los pulmones sórdidamente. – Pablo López
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Iba uno y del virus se infectó; moraleja: ¡¡No vayas!! – Luis Gil Santos
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Pues sí, así, a tumba abierta, sin protección, así soy yo, con siete vidas, como los gatos. – Beatriz Mackinlay Guernica
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-Dime virus razón de tu inquina con mis hermanos. ¿ Acaso no ves que peor que la muerte es la soledad que nos impones?
-Sencillo, me mueve la envidia. Este vacío, este desconcer lo que son los besos, los abrazos, las caricias… ¡este vacío es para mí insoportable! – Orli Peña
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Bueno… ahí va el mío😉
Al principio, le hizo poco caso al virus. Total, afectaba a regiones remotas, ¡que se las apañaran! Pero pronto viajó el maldito bicho y, como las nubes cargadas de lluvia, infectó por dónde pasaba. Ni las medidas tardías de preveción de los gobiernos eran eficaces y la población, recluídos los sanos y hospitalizados los contagiados, se encomendaban a los ídolos de barro rogando por la salvación.
Sin embargo, María tuvo una reacción extraña la mañana que empezó a toser. Se encaminó hacia la bodega del pueblo, saludando y abrazando a su paso a quienes se le cruzaban y se dejaban abrazar. Alli, se hizo con una botella de cava de las mejores y volvió a su casa, donde la puso a enfriar. Una vez bien fresquita, se sentó en el jardín, rodeada de las primeras flores primaverales, se sirvió la primera copa y brindó con una amplia sonrisa.
– «¡A tu salud, bicho bendito!» – Marisa Bermudez
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Y de repente publicaron el terrible decreto, por la existencia del “virus”, queda totalmente prohibido todo contacto… y serán severamente castigados los besos, los abrazos y hasta las más ligeras caricias. Por eso, para ambos, nunca fue tan placentero el violar la Ley con premeditación y alevosía – Ramon Valdez Monchi
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En tiempos de profilaxis
A los amigos tranqueros por la inspiración
En estos tiempos
de «no te acerques»
y «no me toques»
tiempos de mascarillas
servilletas y alcoholes
vengo arrastrando el ansia
de un café
de un beso
de un abrazo
de un te aprecio
de una vasta complicidad
ganas de beber de tus manos
la copita de vino
el agua bendita del amor
arrastro un deseo agónico
de afinidades, amores y luchas
no sé cuánto más aguantaré esta felonía
de desamarme el abrazo
de abismos del espíritu
en ocasiones
la zozobra me carcome
corroe el idioma de mi alma.
Vengo arrastrando un anhelo
de conversaciones compartidas
de afinidades y complicidades
de un café a media tarde
de una hoguera a media noche
de algo que no sea el rostro
de este virus en los carteles. – Lynette M. Pérez
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Si te dijeran que no eres bienvenido, sería igual que no decirlo. Pero, lo que no sabes, es que los humanos solemos ser muy deshumanizados. Y vamos contra corriente. Así no nos pescarás tan fácilmente. Nos guardaremos en nuestras casas, sabemos tus maneras de acercarte. Por mucha corona que poseas eres un virus que no puede vivir sin un soporte. Y ni sueñes con quedarte, hemos capturado rayos de sol para que sepas lo que es bueno. – Cecilia Ortiz
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Cuando despertó, la pandemia todavía estaba allí. – Jc Brenny
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Desde que me jubile he salido lo menos posible de casa. Diez felices años en los únicamente salía al laboratorio para dejar sangre u otros liquidos, a realizar pruebas de respiración y donar más sangre, en este caso arterial, y a comprobar que no tenía cáncer en mis pectorales. Comprar por internet es cómodo, nada de salidas, paseos, ni tropezones. En fin horas y horas para mi solita. Diez años gloriosos, para leer, ganchillear, ver televisión, y mas cosas que en cuarenta años no podia hacer. Era mi voluntad, y me la birla un virus que nadie me presentó. Un ladrón de mi tiempo voluntario en soledad. Un canalla que hace desear besos y achuchones. Triste sino este de no ser libre de nuevo. – Luciana Garcés Sánchez
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Un día sin pensarlo dos veces, la realidad decidió intercambiar de lugar con la ficción. Después de todo, ya llevábamos décadas sumergidos en el mundo de la virtualidad. – #FJGonzález
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CUOTA
(poema para tiempos
del COVID-19)
a Ada Hayes
Hoy no le escribo a la esperanza
hoy le escribo a la muerte
que la veo como se alavanza
como mortal serpiente
Caronte esta llenando su flota
de infelices y desgraciados
pero no ha cumplido su cuota
¿quien sera el «afortunado»?
Sigan durmiendo confiados
sigan sintientose bendecidos
que la recolecta no ha acabado
que el tiempo no se ha vencido
Miguel Méndez Hernández ©
22 de octubre de 2020
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