No quiso preguntar -ni preguntarse- el origen de aquel descerrajado abrazo, que parecía haber nacido como un acto reflejo de su interlocutor y del cual resultó destinatario. Mas, siendo tan adusto e insociable como era -a pesar de lo profundamente conmovedor que le resultaba tan universal y desconcertante gesto- se agradeció a si mismo el no haberle preguntado más allá de la hora, a aquel extraño.
Hay un extraño que se desnuda a palabras, tal como tú. Y si no fuese porque le han visto mis ojos, detenido en esa pose distante que toman los desconocidos cuando se saben por encima de tantas cosas, juraría que se trataba de ti, -escondido en cada una de sus beligerantes palabras y aun en aquellas en donde la pasión le arrebataba de golpe-, como si inadvertidamente hubiese chocado, con un pasado que quiere ser presente.