Había algo en el abrazo de aquella mujer…
algo que sanaba, que enmendaba lo roto
… que te devolvía la fe.
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Recordando tu abrazo…
Hay abrazos que te dicen: “¡ven acá!, apóyate en mí… reconozco a la niña que en ti vive y el profundo dolor por el que atraviesas. ¡Ven! Te prometo que, aunque nada volverá a ser igual, todo volverá a estar bien. Descansa en mí…”
Por lo general duran más que el abrazo promedio, aunque hay casos en donde los brazos no llegan siquiera a cruzarse.
Si Estuviera Junto a Ti…
Si estuviera junto a ti, guardaría en la nada
el espejo de fantasías que te hicieron sufrir los sueños imposibles,
los recuerdos que lastiman y acongojan; guardaría las lágrimas
sin respuestas o el abrazo inconcluso que no volverá.
Si estuviera junto a ti, entraría por tus pupilas a mediodía,
tomaría tu corazón entre caricias y le hablaría de los buenos instantes
que la vida te da. Entraría de puntillas y moldearía un mundo
sin secretos, sin mentiras, sin quizás, sin tal vez, sin no sé.
Si estuviera junto a ti, llenaría mi boca de delicias, tu cuerpo
de maravillas, tus cielos y mi tierra volverían a su centro
en caudales de dichas, una estrella de verdades para mí,
una selva de esperanzas para ti.
Si estuviera junto a ti.
Eugenio Rivadeneyra (2012)
Esos Cinco Segundos…
Adoro ese abrazo que nos damos de adentro pa’fuera, cada mañana,
justo en el momento cuando al despertar me estiro
uno, dos, tres, cuatro, cinco segundos, pensando en ti.
V.Hayes para T.B.
Transitando…
Transitando espacios por la vida,
he calzado los tiempos a juicio mudo,
eligiendo cariños borrascosos,
playas de arenas rojas llenas de surcos,
un beso compartido,
y un calor tan frío como tibio,
me he hecho, a la hechura de cien almas,
suavizado al sazón de tiernos versos,
con el tenue espacio de silencios asiduos,
atizando miradas distanciadas al abrazo,
ensayando así la vida,
entre abrojos y sonrisas.
Eugenio Rivadeneyra (1 feb 2018)
Laude al Amor…
El amor se canta en solitario, el amor es un monólogo cantado que se entona para satisfacción propia; nace dentro, se desarrolla y muere en uno mismo, círculo horrísono. La piel es la frontera.
El amor siempre es amor propio, en caso contrario se reconocería al instante, no hubiera la necesidad de hormonas, ni pastiches quimicomentales, nunca sería empírico y diluible: ser etéreo y perfecto, sería trascendente como un fósil, inmediato e inamovible, firme, eterno, al margen de todo estado anímico. Al margen del objeto amado.
Siento un gran amor por ti cuando pienso en mis dedos determinando tu topografía, te amo mientras yo te poseo. Cuando supuro pasión. Si te das a otro te odio, te destruyo, te olvido, te mato. Luego no te amo.
El amor huele a protección, a necesidad, a hogaza quemada, a recibir dulcemente un plato de sopa mientras babeas sobre tu chaqueta vieja, entre los dientes olvidados. Huele a pañales de la tercera edad, a esfinter libérrimo. De verdad lo quieres?
Los amores más grandes dan asco, son amores patéticos, amores hacia lo que queda de alguien en recuerdo de una mentira, la imagen inventada de alguien tan anodino como tú mismo, son amores de lo que pudo ser, si hubiera podido ser. Son una magnífica fuente de sufrimiento. Una imperfección.
Dios no puede amar, porque es perfecto.
El amor no se da a alguien en explosión juvenil, a alguien limpio, pleno, que revienta y rebosa como la fruta en sazón. Eso sería demasiado fácil. El amor se da gratuitamente, sin contraprestación, al seco, al podrido cuerpo entumecido por la artrosis y la locura. A una mente nublada.
O no se da.
Nos ponemos estupendos con el amor, utopía del sobrehombre; cantándolo, pobres bestias juveniles, o solitarios animales viejos, grandiosos en la entelequia, irrisorios en la entelequia: no te engañes, nunca lo sentiremos, no somos capaces como especie.
O sí.
La náusea, la soledad acrecentada, el miedo a la oscuridad que se incrementa, que borbotea en hedor de frío, la caricia dada a la muerte, eso, eso que el amor exige, eso, no lo podemos dar.
Aceptémoslo
Sin embargo…
A veces descubro reflejada en el espejo una sonrisa cómplice, después de que tú pasaras en tu camino atareado.
A veces me descubro aceptándote nuevamente en tu transitar, en tu suave decadencia.
A veces… a veces te noto parte de mi cuerpo cuando nos abrazamos. No parece el abrazo dado a otro.
No es, a veces, algunas veces, una dimensión anclada en la costumbre, sino una aceptación unitaria, común, de la muerte.
Va a ser solo un segundo, pero quizá esta vez, una única vez, el engaño sea tan perfecto que nunca descubramos la diferencia.
Dani Grustan I. (Nov. 2017)
Tres Tiempos… Haikus
(… a ese abrazo que me devuelve el sueño.)
I
Hubo un tiempo
donde el solo roce
nos abrasaba…
II
Hay otro tiempo…
de la paz que dormita
en el silencio
III
Habrá uno más
donde no haya calor…
sólo ausencia
V.H. para T.B. ( Nov. 2017)
Miranda Merced… Haiku
La luna y el sol
se abrazan en silencio
antes del adiós
Miranda Merced
… y tanto la luz
como la oscuridad
lo atestiguan
#TrancasB
El Abrazo…
No quiso preguntar -ni preguntarse- el origen de aquel descerrajado abrazo, que parecía haber nacido como un acto reflejo de su interlocutor y del cual resultó destinatario. Mas, siendo tan adusto e insociable como era -a pesar de lo profundamente conmovedor que le resultaba tan universal y desconcertante gesto- se agradeció a si mismo el no haberle preguntado más allá de la hora, a aquel extraño.
#TrancasB
Sin querer…
Te llevaste las palabras,
vocablos florecientes de dichas,
verdes sueños esperanzas,
voces acuarelas de húmedos acentos,
aleteos de miradas amorosas,
cantos sonoros de dorado sol.
Se vistieron los días turbulentos,
de cielos cerrados de vorágine dolor,
de hambre indigente de razones,
de risas burlonas polvorientas,
de azares y sudor.
Que hago ahora con éste mundo,
de sabores que guardaba para ti,
con éste abrazo infinito,
con los versos amorosos,
y los ensueños a tu lado
que forjamos sin querer.
Con éste vacío insinuante,
angustia que se esparce,
que me nutre y me acongoja,
y penetra recovecos tan amados
en jactantes vituperios,
mueriendo mis anhelos humillados,
muy amados,
muy deseados.
Crecen en mi las semillas,
aquellas que un día fueron simiente,
vergel de dichas amorosas,
caricia de ternuras,
colapso de pasiones en la entrega,
de besos matutinos y cariños nocturnos,
aroma de amor.
Eugenio Rivadeneyra
Cuentagotas…
¿Habrá
peor
tristeza
que tener
a un palmo
aquellos
brazos
que nunca más
volverás
a sentir?
#TrancasB
Entre estas sábanas…
… para el “Amor” de nuestras vidas.
Amor del Puerto… y de mi piel de espejo
donde se refleja el dulce amargo de tu sonrisa,
donde se encuentran mis labios y tus labios
en un beso de antojos y ansias locas.
Amor… mi Amor de ojos tristes,
deja que venere tu imagen silente,
deja que mis ojos se coman tu boca
y te ame una vez más entre estas sábanas,
para decirte luego, adiós… para siempre.
El abrazo fue intenso… tanto, que pude sentir como comprimía fuertemente mis costillas; al tiempo que su respiración, tibia y cadenciosa, se entrecortaba por la falta de espacio entre los cuerpos. Olía a una extraña mezcla de salitre… salitre, albahaca y pasto de prado abierto… colándose imperceptible, por cada poro de mi piel, como el aire mismo, como el mismo aire… embriagando a su paso mis sentidos.
– Ojos tristes… desde siempre espejos, desde siempre tristes. Deja que me mire en ellos… que me muera en ellos… que me pierda en ellos. Aunque he de reconocer que la nariz fue siempre lo que más me gustó de ti. Y esos labios… ¡ummm… esos labios!, finos, delgados, siempre silentes. Has de admitir que nadie les conoce como yo… yo, que he recorrido todos tus accidentes… yo, que me conozco cada pliegue de tu rostro.
– Y yo los de tu coño -, susurró a mi oído, muy quedo, mientras mordisqueaba mi oreja.
( ¡Cuánta razón en tan breve brote de sinceridad!, suspiro para mis adentros).
– ¿Cuántas veces hemos hecho el amor, entre estas sábanas, bajo las sombras?
– ¡No lo sé! No las he contado… no lo recuerdo.
– Siempre te has vanagloriado, pequeña, de tu mala memoria.
Apretaba… seguía apretando con más intensidad cada vez; y ante su fuerza descomunal cedían mis costillas, mis sentidos, mis más delirantes pensamientos. Apretaba como si en ello se le fuera la vida, como si esperara que la eternidad nos abriera la puerta.
– No importa cuánto quieras hacernos uno, no es así como vas a conseguirlo- ahora era yo quien susurraba a sus oídos, mas no logré esbozar la sonrisa maliciosa de mi ironía.
Se hizo silencio… Sentí sus manos deslizarse, dibujando mis espaldas; alejarse de su centro y correr sin prisa hacia mis brazos, cuesta abajo, en un recorrido seductor y parsimonioso.
– Yo… yo ya no soy tan bueno como antes– dijo, mientras iba retirando muy lentamente mis brazos de alrededor de su cuello.
Contrario a lo esperado, esta vez mis manos no buscaron aferrarse sino que se dejaron ir… como se escurre el agua entre los dedos, como se me iba el alma prendida del hilo de su abrazo.
– Amor… (sonó como un suspiro)
Se cerraron las ventanas de mis ojos para que no pudiese ver la verdad. A diferencia de otras ocasiones, esta vez encontré la manera de enfrentarme a la noche… completamente sola.
(Amor del Puerto… y de mi piel de espejo
donde se refleja el dulce amargo de tu sonrisa,
donde se encuentran mis labios y tus labios
en un beso de antojos y ansias locas.
Amor… mi Amor de ojos tristes,
deja que venere tu imagen silente,
deja que mis ojos se coman tu boca
y te ame una vez más entre estas sábanas,
para decirte luego, adiós… para siempre.)
©Ada Hayes / 2002
Publicado en el libro Liturgias de Mujer.
Alternativa Editorial. Galicia. España.
Del Café y las Sábanas Pegadas…
(… a G.R.H.)
Amanece… hay un rayo de sol que insiste en despertarnos, depositando su tibieza sobre nuestro abrazo. Ahí afuera hay un paraíso verdeazul de sol y frío que contrastan entre sí, y me dejan pensando en cómo hay cosas que nos gustan a pesar de lo inconveniente que pueden llegar a ser.
Quiero café… ¡lo necesito!, pero me siento incapaz de vencer las ganas de quedarme a tu lado. Se nos pegan las sábanas, los besos, los cuerpos… a pesar de saberte durmiendo todavía. Ya no me pregunto si estarás pensando en mí o si soñarás conmigo. La única certeza que necesito yace a mi lado: tu cuerpo tibio y lo que parece el asomo de una sonrisa, en un instante finito que ha prolongado el tiempo. Y se me entibia el alma, tan sólo de contemplarte, de saberte; se me entibia el alma, como hace tan sólo unos momentos nos entibiaba la piel un rayo de sol… como vendrá en unos momentos el café, a entibiarme la vida.
TrancasBarrancas