A espaldas de ti, me conmueve el silencio en el que vives, me trastorna tu pensar arrodillado, cual testigo distante de soledades, que calla la diligencia de sus pesares. A espaldas del tiempo, me invento un amor correspondido, me bebo un beso brumoso y discreto, de un recuerdo disoluto e imperfecto, una pústula sanada entre versos bien habidos. A espaldas de mar, te vislumbro serena cual oleaje durmiente, te observo cabizbaja, de paz, y libre de penas, en el oleaje de tu labio entre abierto, y con la boca exclamando mis besos.
¡¡¡Shhhhhhh!!! ¿Podrías guardar silencio, por favor?
Tengo el cuerpo flotando en endorfinas y algo muy parecido a la paz, borrándome los miedos. Déjame disfrutar la libertad que llega con ellos, pues su levedad sólo puede sostenerse en el más absoluto silencio… y juro que de los tres, hubo uno que llevó tu nombre. Deja que sonría cubierta de oscuridad, donde nadie verá del brillo de mis ojos ni el conjuro de besos que trajo consigo la noche. ¡Shhhh! Duerme tranquilo, que sigo siendo tuya, como nunca de nadie, siempre tuya…
Ya pronto vendrá el alba, a dormir con su arrullo todo lo inconfesable.
Anoche fui hombre y creí poseer a un hada. Se llevó mi aliento y mis sentidos. Me privó de su canto, que pensé tan mío. Ya no sentí su aroma de plumaria amanecida, ni el sabor embriagante de sus besos. Se marchó con las sombras y al despertar el día, tenía rubíes entre mis dedos, y en la mente una poesía.
“… y es que son tantas las vidas que he vivido contigo.” A.H.
Me amas naturalmente… en la simpleza de lo cotidiano como una casa
de ventanas abiertas con las cortinas al viento,
ondulantes en el frescor de tu estampa de verano nube
velero
acantilado
agua… en el café amargo que bebo en las mañanas y en cada “buenos días” sin puntos suspensivos. Estás, aunque no estés,
lo llenas todo estás en todas partes, estás a todas horas en mi sangre
en mi tiempo
en mi sueño tan bella, imposible y misteriosa iluminando mi cielo cual estrella de hielo y fuego,
que todo lo consume. Procuro desgranar las horas a tu lado serte colchón
silla
cuchara
taburete yantar y hambre, e infinidad de besos tu boca
conquistada por mi risa… y todas esas cosas que nos fueron negadas.
Siervo a tu fría voluntad de diosa efímera
me dejaste el corazón helado con tu verdad,
que el amor era nada más que amistad
y el calor de otrora, ahora, agua tibia.
Esclavo inamovible de todos tus abrazos
pensé que era el fin de mis tiempos,
en los espacios cerrados de tu universo
mi estrella, una más, agotando sus plazos.
Te voy buscando por los rincones vacíos,
acechando tus aromas a melancolía,
me voy pudriendo con esa manía
de recordar los besos que hiciste míos.
No ha llovido más, no han caído nuevos tintes que subyuguen, ni me he bebido ya más el sabor de sus labios, ni el aroma que despiden sus ansias ruborizadas, mañanas sutiles de sueños desprendidos, su tenue respirar con nombres de sonrisas bebidas al tiempo, al tiempo esparcido entre los dos.
Ya no ha caído el torrente de gotas sobre su torso, ni la acuarela de cariños que solía dibujar entre sus pliegues, en la expresión ambigua de sus ojos de luna, vocablos extendidos en lo profundo de un corazón extraviado a golpes de te quieros y de versos inversos declarados en el más íntimo sopor, de aquellos besos que no volverán.
Las células tienen memoria de su antigua congoja… y es a veces un golpe de frío, un toque de presión, o el estímulo incesante de sus besos, todo cuanto necesitan para volver a doler.
Aquellas pletóricas conversaciones virtuales, que versaban acerca de las cuestiones más transcendentales del bípedo implume, la ética de la vida y el evasivo concepto del amor, fueron reduciéndose en cantidad de palabras -que no en calidad de expresiones-, hasta paulatinamente acabar siendo sustituidas por presenciales besos húmedos, conjugados en la complicidad del silencio… y caricias inefables, de esas con las que los poetas componen sus mejores versos.
Una vez consumida la llama -porque la eternidad dura apenas un instante-, y muy a pesar de la distancia, la comunicación prosiguió; esta vez en forma un de lenguaje binario, de mínima expresión, compuesto por una suerte de ceros y unos, mediante el cual lograban saberse el uno al otro… y nada más.
Nunca se vio a sí mismo como un gran conquistador. Quizás por ello cuando puso pie en la Hispaniola – cinco siglos después del Almirante- las únicas armas que cargaba consigo eran: una guitarra española, un repertorio limitado de canciones y la mirada triste de poeta. Provisto de tan peculiar arsenal, le vi plantarse en el malecón de Santo Domingo, intentando -con poco éxito- intercambiar besos por canciones. Yo, condolido testigo ante tales desaires, terminé por invitarle a tomarnos juntos una fría*… pues de seguro aquel infeliz ignoraba que las mujeres de mi tierra, al igual que las vampiras del «Terror», no tienen ombligo.
Partir del beso para llegar a la risa parece…
una propuesta de ruta irresistible. J.G.
Te besaba con todo… con los labios, con los dedos, con la punta de la nariz. Te besa con besos tan pequeñitos, que era preciso el besarte muchas veces para poder llegar a cubrir una superficie de dos pulgadas cuadradas, aproximadamente el área de una boca promedio.
Pero la mejor parte, era sentir sus besos colarse por entre los poros de la piel y navegar en tu torrente sanguíneo, muertos de risas, mientras se embriagaban de glóbulos rojos y se contaban entre sí todos los secretos.
Para cuando llegaban al corazón, borrachos como una cuba, ya se les había olvidado el porqué llegaron hasta allí… pero producían tal cosquilleo mientras se resbalaban unos con otros, que les era imposible pasar desapercibidos.
Todo aquel barullo creaba en mi pecho un eco que se expandía por todo mi cuerpo… hasta terminar reflejado en mi sonrisa.
(… tengo un despertador, que me levanta a fuerza… de besos.)
Bos días meu amor,
teño saudades túas…
mmmm … me desperté pensando en ti… imaginando mis despertares contigo.
Lo primero que haría darte un besito en la espalda… dos, tres, cuatro… hasta sentirte amodorrarte hacia mí… como te aprietas contra mí y mis piernas hacen una silla para que el espacio nos sea perfecto de sentirnos mutuamente… ese calor de haraganes que no nos dejará levantarnos inmediatamente… porque es hermoso tenernos uno al lado de la otra… y viceversa. ¿Café?
A Trancas y Barrancas 