La garra de la muerte se me clavó en la espalda… y sobre mi corazón cerró su puño. Luego la fue arrastrando despacito, hasta desprenderlo de su sitio, prolongando el dolor. Se posó frente mío… y lastimó mis ojos con impasible compasión, mientras se alejaba con él en manos, todavía.
Eché a andar, con el pecho intacto… y quienes me veían, admirados en mis senos gloriosos y la tersura intacta de su piel, no podían notar el hueco a mi espalda, al centro mismo, donde me habitó una vez el corazón
… que a sabiendas, se empeñaba en florecer.
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Tendrías que haber escuchado…
Tendrías que haber escuchado ese grito…
gestado en la más urgente soledad,
desde las profundidades
de mis entrañas que te nombran,
de mis besos, resecos de esperar tu savia,
de estas noches de insomnio
cavilando tu encuentro.
Tendrías que haber visto toda la libertad
que inundó de luz la estancia,
la vieja mecedora,
mis manos temblorosas.
Tendrías que haber estado tú,
para ensordecerte
con el arco de mi espalda,
con los espasmos,
con la mirada
-clavada en tus pupilas de niño
que ama como hombre-
de mujer plena,
feliz,
imperturbable.
Tendrías que haber escuchado
aquel grito que destrozó el silencio en añicos
… y lo llenó todo.
#vitahayes
A Espadas De Ti…
A espaldas de ti,
me conmueve el silencio en el que vives,
me trastorna tu pensar arrodillado,
cual testigo distante de soledades,
que calla la diligencia de sus pesares.
A espaldas del tiempo,
me invento un amor correspondido,
me bebo un beso brumoso y discreto,
de un recuerdo disoluto e imperfecto,
una pústula sanada
entre versos bien habidos.
A espaldas de mar,
te vislumbro serena cual oleaje durmiente,
te observo cabizbaja, de paz, y libre de penas,
en el oleaje de tu labio entre abierto,
y con la boca exclamando mis besos.
Eugenio Rivadeneyra P. para T.B.
Imagino Tu cuerpo plagado de Palabras…
No sé tú… pero a mí me tocan las palabras.
Me asaltan por la espalda para besarme el cuello, y de ahí deslizarse cuesta abajo… no sin antes detenerse entre mis hombros y al unísono apretarlos desde dentro.
Al pasar por las costillas, me hacen reír… y en mis hoyuelos sacros se detienen lo suyo, dibujando círculos concéntricos en puntillas de pie.
Si estoy así, como lo estoy ahora, acostada… suben despacio las colinas de mis nalgas y toman su descanso en las planicies de mis muslos. Me besan detrás de las rodillas y al llegar a las plantas de mis pies, me hacen cosquillas nuevamente.
En raras ocasiones, aunque suceden, se dejan caer de golpe, todas juntas… imitando a la perfección el peso del cuerpo de mi amante -cuando agotado, descansa la faena sobre mi espalda-.
Unas veces me sorprenden, me encienden, me desbordan; otras me arrullan, me duermen y me calman.
No sé a ti, pero a mí… hay quien sabe tocarme con palabras.
Hay locuras…
¿Cómo gritarle al mundo que estás desesperado cuando no tienes voz? ¿Acaso tiene medida?, como otros han intentando etiquetar la locura, diseccionarla y lograr entender aquello que desde un principio les fue prohibido. Me pesa la espalda, los huesos, la vida… y cada día son más los lastres que se apilan, impidiéndome respirar. La voz se ha ido. El pecho, apenas si se mueve. Ya ni los dedos se rebelan en falsas tintas que dibujan verdades. Siento que es demasiado. Sólo resta morirme… mas no puedo. Aún me tiene atado el hilo de tu recuerdo.
Portal
Cuando llegues a la torre de metal que domina toda la ciudad, espera a que caiga la tarde y acuéstate en el suelo, sobre tu espalda, mirando hacia arriba. Allí encontrarás el portal que andas buscando…
Desnudo…
(… a Luis J.V.)
… hay un sometimiento al que me ofrezco voluntariamente.
Un peso que nunca me quebrará la espalda.
TrancasBarrancas
Antagónicos…
Espalda contra espalda
yacen las Jánicas criaturas
… reflejo de una lucha
tan vieja como el hombre.
Equilibrio del claroscuro.
Ecos de los opuestos.
¿Es que acaso son tus metrallas
hechas con otros plomos,
o la sangre de tus muertos
más roja de aquella que ya se bebió
la tierra, sedienta de verdad?
¿Acaso es más profunda tu melancolía,
más vaga su tristeza, más permanente
… tus causas más nobles, o
más latente tu apatía?
Tú, que te viste con el peso del mundo,
y encorvas el lomo,
en tu padecimiento…
Yo, que me desnudo por completo,
expuestas mi vergüenzas,
con la cabeza en alto, orgullosa.
Yo, oda a la miseria… a la locura
… tú, elegía del amor
y la razón.
¿Acaso somos en verdad tan diferentes?
©V.Hayes para T.B. (2013)
Se detienen…
Se detiene en cada espacio,
como si pudiera ver
las heridas invisibles
de mi espalda lacerada.
Las mismas que se esconden
tras la sonrisa amable
de todo aquel que encuentra
lo que no anda buscando.
Esas heridas sin nombre,
porque las cosas que se nombran
pasan a ser reales
… y la realidad no siempre es bella.
Por ello quedan allí,
impronunciables,
aunque latentes.
Se detiene
en cada pétalo de piel que deshoja,
como si presintiera
el pimpollo reverdecido
que todavía late
en el interior de todo lo marchito.
Se detiene
y yo… amo cada pausa
que, con sus pies diminutos,
marca sobre mi espalda,
sobre mi vida.
©JcB. para T.B. (2013)
Calle El Conde…
Mis ojos recorrían con incredulidad las viejas calles que había transitado mil veces, mientras el taxista me contaba la historia de su vida. No cesaba en su parloteo, sin reparar en el asombro que se apoderaba de mi rostro como una negación. Cómo era posible que el viejo distrito adquiriera ante mí una dimensión nueva, extraña, como si le estuviese visitando por primera vez. Dejé las maletas en el hotel y miré el reloj. Di instrucciones al chofer de volver por mí a las seis de la tarde, a fin de tener tiempo suficiente de estar en el aeropuerto al menos una hora antes de tu llegada. Me enganché el bolso de piel que compraste para mí en aquella feria de artesanos en Mallorca y el sombrero de panamá negro que compré junto al que guardaba como regalo para ti… y salí en dirección del Parque Colón.
Si me hubieses visto caminar aquella tarde, con la determinación de quien construye su propio destino; de quien hurga en sus profundidades a fin de comerse los propios miedos, los más recónditos. Con pasos firmes y actitud altiva transité la calle El Conde, en total complicidad con la tarde. Las sombras acentuaron el misterio en mis ojos… y la luz destellaba en mi piel como un reflejo de la alegría que sentía el corazón. El día feliz finalmente arrimaba.
Y fui luz… y fui sombra… el dínamo imparable de la tarde más bella… cuando horas más tarde, conquistados todos los temores, transitaban mis pies la acera de tu espalda.
TrancasBarrancas
Flash
Puedo ver la escena… como llega por detrás cual abrazo inesperado y la traspasa, haciéndola arquear la espalda y estremecerse toda. Ella piensa que ha sido la brisa fresca del mar, que ha movido una espiga de trigo, acariciándola el cuello… ¡pero no!, la ha alcanzado el recuerdo que tuve de un momento nuestro.
TrancasBarrancas
Fragilidad
¡Cuánta fragilidad encierra la hermosura!
A veces me sorprendo pensando en lo fácil que resultaría apretar ese abrazo por la espalda un poco más, hasta quebrarle el cuello. Tan sólo para darme cuenta que la gran diferencia entre el miedo y el amor es apenas el sonido que encierra la onomatopeya de un «crack».
Morí-Viví
Me arrimo curiosa a su espalda ancha
de grandes omoplatos.
Deslizo una mano por su cadera aguda
de escasa redondez,
d e s p a c i o…
Mi rostro detenido
apenas sin rozar su piel,
sonríe…
al sentir las cosquillas
de cientos de vellos erectos,
que danzan como el Morí-Viví,
electrizándome.
M.A. para T.B.