Mi tía Teresa tenía una «lista negra». En sus inicios, nació tan sólo como una simple lista: llegado el día de su cumpleaños, cada 03 de Octubre, colocaba justo al lado del teléfono un bolígrafo y la misma libreta de todos los años. En la siguiente página en blanco anotaba la fecha -imagino que para llevar un registro en el tiempo- y, café en mano, daba inicio con este breve ritual al famoso listado. A lo largo del día, anotaba en ella todas aquellas personas que la llamaban para felicitarla por la celebración de su natalicio.
Inicialmente se pudiera pensar -y de seguro más de un pariente así lo hizo- que allí sementaban su gracia quienes teníamos la fortuna de acordamos de tan excelsa fecha y por supuesto, realizar la correspondiente llamada telefónica. La lista de tía Tere, se hizo famosa entre la familia…
Le pregunté, mirándole a los ojos, ¿me quieres todavía? -¡te quiero mucho!-, respondió, sin mayores prisas. Un poco más cerca, con mi nariz rozando su mejilla volví a preguntar en necia insistencia: ¿me quieres todavía? -¡te quiero!- aseveró escueto, por segunda vez. Entonces, colocó sus labios sobre mis ojos, nublando mi visión… y volví a preguntarle: ¿me amas, todavía? -te amo todavía- susurró a mi entrecejo… y fue ahí cuando quise creerle… a pesar de que el gallo encaramado en la empalizá de enfrente, permanecía en silencio.
Dije “te quiero”, pero mentía.
Ahora comprendo que la inercia
mató la palabra hecha promesa.
Este quedarme quieto,
con la boca abierta,
esperando hambriento tus encantos
… no ha de llamarse amor
sino egoísmo.
Y tú ya no eres tú…
mas bien
el condensado residuo que resta
al agotar las noches de soledad
donde te inventé a mi lado.
Y ya no vives tú,
viven tus versos en mí.
Dije “te quiero”, pero mentía…
estoy enamorado
de un recuerdo de ti.
A Trancas y Barrancas 