Dame un puñado de palabras, las que quieras… sin pensar en el orden, pues no es lo importante. Yo las colocaré entre otras mías y urdiré con ellas la trama de una historia imposible… Allí, los amantes que nada son, seguirán siéndolo todo; las pesadillas calmarán su llanto al arrullo de viejas canciones… y el tiempo, detenido sólo para nosotros, no morirá hastiado de cansancio y espera. Allí, el discurso kantiano, con sus fines y medios, sembrará los labios con nuevas sonrisas en plena madrugada.
Dame un puñado de palabras desordenadas… y deja que mi alquimia procure su consuelo.
Trancas Barrancas