“Tú y yo nunca aprenderemos a coincidir…”
Me acerco…
y te huelo el miedo.
Más allá del punto de quiebre,
crece mi resiliencia de ti
… y las intrigas de tu boca
quedan sin pronunciar
en los besos que nunca nos dimos.
¡Maldito cobarde!
Ya poco queda
de aquel corazón de metal
que se hizo carne
para sufrir contigo.
Seco el llanto
y enmudecidos los reproches,
sentirás las dagas negras de mis ojos
clavadas a tu espalda
aun después de haberme ido.
Confieso que nunca hice caso
de tu clarividencia…
Ese dejarlo vivir tan sólo,
para saber que nació muerto.
Perverso profeta.
Cuando me eches de menos
no te olvides
que en un vaso de ron
también pueden escucharse
las olas de mi mar.
Tú y yo… nunca aprendimos a coincidir.
©TrancasBarrancas