Es cierto, ahora soy el reducto de una historia que se narra en pasado. La sonrisa que nace en tus labios tan sólo para morir a los pocos segundos, porque es peligroso dejarla vivir más… hasta el punto en donde la piel se achina y los poros se abren a una, para recordarte que por dentro sigues aterido de miedo. ¡Sí!, soy el nombre que se escapa entre la queja y un gemido, cuando estallas mis orgasmos dentro de otra, y otra, y otra más… ese que pronuncias tan bajito, tan quedo, que sólo yo, al otro lado de la vida, puedo escucharlo. Soy la puta nada, el silencio que duele, la ausencia que en el atardecer dilata tus pupilas, para que puedas verme en cada sombra que te habita. ¡Oh sí!, aquel mismo infortunio que tu maldices y que a mí me hace sonreír cada vez que te pienso … porque que fue … porque fuimos.
Y si te miro sin querer y me devuelves la mirada y si en lugar de dos segundos se extiende tres cuatro cinco y si se traban nuestras ojos como si tuviesen ganchos y nudos que no se pueden deshacer y si ves cómo en mi rostro surge una sonrisa de a poco lenta maliciosa intencionada que lleva tu nombre y apellido y si mi sonrisa provoca en ti la inquietud suficiente y el contagio y si comienza a balancearse mi cuerpo junto al tuyo y comenzamos a girar sólo nosotros mientras en el mundo todo permanece quieto y si se acortan las distancias que separan tu boca de la mía hasta tocarse nuestras narices y puedes sentir mi aliento entibiar la piel de tu rostro y escuchas sonidos que se escapan de mis labios de mi garganta de mis profundidades que bullen e involuntarios ascienden hasta adentrarse en las tuyas y tú también te sientes bullir y comienza a envolvernos aquel olor tan familiar que sabemos y que nos sabe y las firmezas cada vez más ciertas comienzan a rozarse y comienzan a desbordarse los afluentes que humedecen tu cuerpo y el mío
¡Carajo! me despierto jadeante ¡Quieres dejar de meterte en mis sueños!
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Y si te miro sin querer y me devuelves la mirada… y si en lugar de dos segundos, se extiende tres, cuatro, cinco… y si se traban nuestras ojos como si tuviesen ganchos y nudos que no se pueden deshacer… y si ves cómo en mi rostro surge una sonrisa de a poco, lenta, maliciosa, intencionada… que lleva tu nombre y apellido… y si mi sonrisa provoca en ti la inquietud suficiente, y el contagio… y si comienza a balancearse mi cuerpo junto al tuyo… y comenzamos a girar sólo nosotros, mientras en el mundo todo permanece quieto… y si se acortan las distancias, que separan tu boca de la mía… hasta tocarse nuestras narices… y puedes sentir mi aliento entibiar la piel de tu rostro… y escuchas sonidos que se escapan de mis labios, de mi garganta, de mis profundidades que bullen, e involuntarios ascienden hasta adentrarse en las tuyas… y tú también te sientes bullir. Y comienza a envolvernos aquel olor tan familiar, que sabemos y que nos sabe… y las firmezas cada vez más ciertas, comienzan a rozarse… y comienzan a desbordarse los afluentes que humedecen tu cuerpo y el mío… ¡Carajo! (me despierto jadeante) ¡Quieres dejar de meterte en mis sueños!
Hoy le pedí prestadas las viejas palabras
al pasado en el que me amabas:
«Cuídate mucho vida grande. Y descansa un poco que hoy tienes por delante un día feliz (ese que se arrimaba) pero largo y cansado. ¡Sí! Mañana a estas horas podré abrazarte y esa misma noche nos cansaremos juntos, descansaremos juntos y amaneceremos juntos. El mundo será otro. Te quiero amor. ¡Ven pronto! Te extraño tanto».
Hoy el café me lo tomo con ganas y sabor a ti…
con palabras prestadas que me inundan,
que me llenan los vacíos de tu ausencia.
Que vuelven a besarme una, dos, tres… tantas veces,
para cerrar con el susurro de un TEAMO.
¿Quién nos prometió regreso?
¿Quién nos borra la sonrisa?
¿Quién nos quita lo vivido?, mi amor.
«A fin de demostrar cuánto le quería, aceptó el reto. Abrió la ventana de aquel cuarto piso, tomó una bocanada de aire –tan profunda como gélida- y gritó tan fuerte como le permitieron sus pulmones un ¡TEAMO!, que se prolongó más allá de toda expectativa. Ella, no daba crédito a su atrevimiento; unos pocos transeúntes que pasaban, sin levantar el rostro, sonreían más bien al recuerdo… y él, terminó pescando el resfrío más hermoso que hayan registrado sus anales médicos.
* Un viento frío y extraño, procedente de vaya a saber usted qué regiones del infierno glacial, rompió sus defensas penetrándole hasta la médula de los huesos. Una vez dentro, la parte orgánica que acompañaba al frío comenzó a realizar su feo trabajo con una dedicación y un empeño digno de mejor causa. La ayuda llegó en forma de una sopa de letras, y como resultó que siempre quiso ser un uomo letterato a la manera Virgilio, se la comió toda; al día siguiente llegó otra sopa, esta vez de pollo bien calentita, que fue directa al alma…Lo cierto es que, dolores aparte, le encantaba experimentar esa sensación de salvaje dulzura que trae consigo ser objeto de cuidados muy pero que muy personalizados.»
A Trancas y Barrancas 