Fue amasando
las durezas
de mis dedos,
un toque
a la vez…
Sacó la cera
de mis oídos,
removió
las legañas
de mis ojos,
y me sacudió
los mocos,
para restaurar
los olores
de la memoria,
ya perdidos.
Con su lengua
de miel,
devolvió el gusto
de mi boca
por la vida.
Y cuando se detuvo
delante de mí…
recobrado al fin
cada sentido,
entonces ví,
gusté,
oí,
palpé,
olí,
por primera vez…
… después de morir.
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