¡Salud! 2017…

El último amanecer del 2016 se fue con prisa. Hoy fui testigo del último amanecer de este año y la impresión que dejó en mí, es de que llevaba prisa -como todas las cosas cuando se acercan a su impostergable final-. Tras de sí, va dejando de todo un poco… y al pasar balance, es inevitable sentir un sabor dulce-amargo en los labios.

Al otro lado de la estancia, en la cocina, grita eufórica la greca del café. Hago una pausa para servirme una taza y calentarme las manos, hace frío, pero sólo el suficiente como para recordarte que sigues aquí, vivo; que las estadísticas no lograron reclutarte en las funestas filas de aquellos que ahora sólo viven en la memoria; y con el aroma del café, sube también un efímero sentimiento de victoria, que no vivirá lo suficiente.

No fue un buen año, al menos para mí. Independientemente de cuántas cosas «buenas» te hayan pasado, nunca es recordado como un buen año cuando se ha tenido una pérdida irreparable. Aunque pensándolo bien, no termino de entender de dónde nos viene la manía de mesurar el tiempo. ¿Por qué dividirlo?, segmentándole en intervalos cada vez más breves… como quien procurase abultarlo, para darnos una sensación de que perdura más allá de lo verdadero. Tomo otro sorbo de café y pienso en lo mucho que se me antoja escribir acerca de la cronología que da lugar a la medición del tiempo, pero «el tiempo apremia» y para estos fines lo único verdaderamente importante a resaltar es que el tiempo se mide en función al cambio. Todas las formas e instrumentos  que utilizamos para medir el tiempo se basan en la medición del movimiento, del cambio material de un objeto a través del tiempo, que es cuanto puede contabilizarse.  De ahí que los sucesos que tanto nos han cambiado la vida durante este bien llamado 2016, no deben ser visto más allá de lo que son,  independientemente de su fortuna o infortunio, la evidencia misma de que existimos.

«Somos una mota de polvo en el viento», reza una vieja canción de Kansas… y quizás sea esto precisamente lo que nos aterra -este cuenta gotas que, con la paciencia de una clepsidra, nos muestra a su paso cómo se agota. Dice un viejo amigo: «Esto dura apenas tres días y ya van dos». No obstante, en nuestra humilde opinión, sólo existe una manera de enfrentar el paso del tiempo y salir airosos: desde el agradecimiento.

Quizás sea por ello que al final de cada ciclo, buscamos hacer un repaso de lo vivido y agradecer -a Dios, a la vida, a nuestros inefables, a todos los demás-, por lo bueno que nos ha acontecido y por lo no tan bueno, que finalmente empieza a quedar atrás. ¡Ya sé!, que me está comiendo la melancolía… es que me estoy haciendo viejo, y muy para mis adentros más que grandes  y excitantes sorpresas, sólo espero que la vida me sea cada vez más leve y me permita disfrutar de los apacibles frutos de la amistad. Mas hoy haré un esfuerzo por revivir el tiempo de las pasiones y con toda la alegría que pueda albergar el corazón, levantar mi taza de café  para brindar con ustedes, mis buenos amigos y desearles un venturoso 2017, plagado de todo cuanto de bueno tenga para ofrecer.

¡Gracias!, Amig@ Tranquer@… por ser, estar y seguir acompañándonos en este nuevo recorrido alrededor del sol. ¡Feliz Año Nuevo! De sus amigos…

TrancasBarrancas

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by desconocido