Tendrías que haber escuchado…

Tendrías que haber escuchado ese grito…
gestado en la más urgente soledad,
desde las profundidades
de mis entrañas que te nombran,
de mis besos, resecos de esperar tu savia,
de estas noches de insomnio
cavilando tu encuentro.
Tendrías que haber visto toda la libertad
que inundó de luz la estancia,
la vieja mecedora,
mis manos temblorosas.
Tendrías que haber estado tú,
para ensordecerte
con el arco de mi espalda,
con los espasmos,
con la mirada
-clavada en tus pupilas de niño
que ama como hombre-
de mujer plena,
feliz,
imperturbable.
Tendrías que haber escuchado
aquel grito que destrozó el silencio en añicos
… y lo llenó todo.

#vitahayes


by VitaHayes

Tocarte

A Trancas y Barrancas

Busco tu rastro en todos los enseres que cotidianamente tocaste: la botella de agua al lado de la cama, de la que bebieran tus labios sedientos después de amarnos; el libro que dejaste sin terminar, todavía marcando la página 73 de un trama cuyo final no me atrevo a conocer; el cobertor del almohadón de plumas, el cual me niego a lavar por no perder definitivamente el olor de tu perfume y tu sudor…
Lo que no he tocado ni tocaré es tu taza de café a medio tomar. Ahí se conjugan, en una sola pieza, mis mayores tesoros: la marca de tus labios en un carmín rosado, tu saliva mezclada con el líquido frío y aquella imagen de la taza suspendida mientras cubría tu pecho… el mismo con que alimentaste mis sueños más dormidos, unos momentos antes de que hiciera la foto.
.
Ante la imposibilidad de tocarte, esta…

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¿Elegía?

A Trancas y Barrancas

«Un unicornio azul ayer se me perdió…», y éste es el modo que elegí  para recordarte cómo me jodiste a Silvio, amor.

Llevábamos viéndonos no más de una quincena, cuando entró a la estancia un día, desnuda y con sombrilla… los brazos abiertos de par en par y cantando a viva voz la pequeña serenata diurna. «Un momento», le dije -reaccionando igual que un demonio al que cantan réquiem.-» ¡Calla! Mujer. ¡Calla!»… y sus ojos desorbitados no podían ocultar la sorpresa.
Así empiezan las cosas, -continué argumentando mi negativa- ¡Imagínate! Llegas a mí, con brillo de matar en los ojos… leve y etérea, cual óleo de una mujer desnuda…  y me pides que te de una canción en donde un rabo de nube te barra las tristezas y nos escampe esperanzas. Me dice: «te amaré… cuando acabe de amar… y después te amaré… aunque no sea la paz.» Mas luego de un…

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