Archivo de la etiqueta: Encuentro

El Flautista

Le sorprendió la indelicadeza de sus dedos al tocarla. Llevaban prisa por asirla, por hacer realidad aquel sueño que venía comiéndole la cabeza hacía días atrás. La tenía enfrente, mas todavía no podía creerlo. Había nacido incrédulo de vocación. La agarró con desespero, -ella se dio cuenta-, y logró medir con el propio puño lo abundante y generoso de sus labios salados… húmedos, lampiños y resbaladizos. Sintió una descarga en medio de la espalda, y a la vez un deseo incontrolable de apremiar aún más sus prisas, cuando ella le susurró al oído: «tengo que irme». Lo había hecho adrede, había esperado hasta el último instante de aquel primer encuentro, para arrimarse a él -poco después de que él intentase besarla y ella le respondiera colocándose nuevamente la mascarilla, mientras sonreía y, jocosamente, presentaba su negativa con un gesto airado de su cabeza moviéndose de lado a lado.
Dejó que ella le sacara la mano del pantalón, tan sólo para poder rogarle que le dejar verla un poco más… y, sin quitarle la vista de encima, la tocó justo al centro del pecho, como si sus dedos fueran la llave que diera paso al deseo. Cuando dirigió sus manos hacia la derecha, ella liberó de su prisión de encaje el seno izquierdo. Él sonrió, pareció gustarle evidenciar su preferencia… y entonces fue allí donde se produjo la magia.
Toda la desesperación con que había intentado complacerla en un principio, se esfumó de a una. Parsimonioso, procuró con sus labios el oscuro pezón. Cuando lo tocó, lo hizo con tal maestría, tan delicadamente, con tanta ternura… como un niño agradecido ante el alimento que se le ofrece.
Y fue hombre,
y fue niño,
y fue el orgasmo con el que ella le evocaría aquella misma noche, a solas con su recuerdo.

#TrancasB

by desconocido

Gestación…

Aquel primer encuentro arrojó como resultado que él aumentara unos ocho kilos aproximadamente -gracias a los suculentos platillos que ella le preparó durante su estancia juntos-. Él por su parte, gracias a todo el amor con que fue capaz de amarla, logró que ella finalmente aumentara esos tres kilos seiscientos gramos que estuvo anhelando durante tanto, tanto tiempo.

©V. Hayes (Marzo 2014)

Gestación
by desconocido

Encuentro

(a Julio Cesar P.C.)

Hoy tuve un encuentro con ella. Me miro directo a los ojos como si tratase de adivinar mis más profundos temores y yo le sostuve la mirada, desafiante. Entonces acercándose, me dijo bajito: «sé donde más te duele… no vengo por ti.» Teniéndola así, tan cerca, pude ver como mi propio reflejo en su pupila me miraba con rabia y desprecio. Quise gritar, espantado, pero un punzante dolor me robó el grito.
– ¿Si no vienes por mí, por qué siento que muero?
– Porque hoy vine a buscar a quien ha sido tu vida. Pero tranquilo, he llenado la cuota del día y el futuro está de mi parte.-  Y soltándome de su negro encanto, se marchó carcajeándose la muy pendeja.

¡Cómo te cambia la vida en un instante!
Cómo agota coquetear con la muerte.

TrancasBarrancas

Desde mi silencio

Yo fui su primer testigo. La conduje al aeropuerto a recogerlo. Disipé con mis palabras la angustia que le embargó al enterarse que, para cuando llegamos, el avión ya había aterrizado. Fui testigo también de aquel primer abrazo… ese que se brinda con la desesperación de quienes aguardaron mucho para volver a tenerse. Vi la ternura en ambas miradas cuando se buscaban incrédulas… anticipando un beso que finalmente estalló incontenible, llenando el espacio de una brillante luz de mediodía, a pesar de que pasaban ya las nueve de la noche. Me estremecí con la fuerza del abrazo con que ella se aferró a su cuello, en busca de su olor… olisqueando sus cabellos, su camisa, su aliento. Me conmovió la suavidad con la que él apartó sus finos cabellos, para poder besarle la frente -carente de las arrugas que otorga el sufrimiento-, una y otra y otra vez. Fui testigo de la ausencia de espacio entre sus cuerpos, y del incendio en la piel despertándolo todo.
Yo llevé sus maletas hasta aquel pequeño hostal del viejo distrito… detenido en el tiempo, para enmarcar amores viejos como las antiguas murallas que por siglos protegieron a tantos amantes. Finalmente les dejé a solas, para que pudieran revivir el amor… en nombre de todos los que fuimos náufragos en el intento.
No lo sé de cierto, pero supongo que se amaron hasta el dolor… hasta agotarse… hasta desvanecer los miedos en polvo de estrella… y hacer añicos todas las vergüenzas.

Yo fui, desde mi silencio, su primer testigo… 

Trancas Barrancas

Estamos interesados en conocer el autor de dicha pintura. Si lo sabe usted, favor dejar la nota en los comentarios. Gracias
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