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Ofrenda Viva…

¡Mírame! Regreso derrotado,
mal herido, cansado…
con los brazos extendidos
a ese tu amor de siempre,
por quien tanto esperé.
¡Mírame! Vierte tu sal
en las heridas que aún quedan abiertas.
Tira hacia un lado el bagaje
de todas mis batallas perdidas
que hoy me rindo a tus pies.
¡Ven!, que te ofrendo mi vida,
mis sueños aguerridos,
las verdades que ahora
no son más que mentiras
piadosas que me digo… para sobrevivir.
Mi guerra a medio talle
como un loco te ofrendo
y las cicatrices mudas
que es lo único que tengo
… para amarte mujer.

#JcBrenny para #TrancasB

Fotografía de Elena Sariñena

by Elena Sariñena

Sobremesa…

(… a Carl Borg)

“Se me hace miel la boca de sólo imaginar
tu sal, quemándome los labios, una vez más…”

Tomó un poco de espinacas, lechugas y pepinos, pelados cuidadosamente conservando apenas algunas notas verdes. El salmón ahumado rebanado en delgadas lascas que hubiesen dejado traslucir el sol, de no haber sido de noche; unas pocas ramas de eneldo esparcidas como por descuido… y los toques finales de una salsa emulsionada a su punto justo, para aderezarlo todo.
En otro plato colocó las setas, salteadas ligeramente en mantequilla y esparcidas con cuidado sobre la yema sedosa… provocante. Sé que había otras cosas, pero no lo recuerdo. Te lo describo todo como va llegando a mi mente.
Entonces con ambos platos listos, uno en cada mano, se presentó delante de mí en completa desnudez y me dijo: “¿Qué come un chef cuando tiene fondo de nevera un domingo por la noche?» Lo demás, amigo mío, voy a dejarlo a tu imaginación.

Concluyó su historia mientras la piel se le encendía en manos de un recuerdo y sus ojos, se perdían en un horizonte inexistente… lejos de mí, que tanto le deseo.

© V.Hayes  (Diciembre 2011)  

by Carl Borg

Neuroeconomía…

Levanta la cabeza
y quita la vista de tus pocas miserias,
para que veas al mundo
cómo llora lágrimas sin sal
ni condimentos…
para que veas aquellos
que siembran tomates y mazorcas
para no morirse
del hambre que nutre la indiferencia,
y el olvido de las manos vacías
e improductivas
en la neuroeconomía de los mercados.

Procura contar tus bendiciones,
las tres calientes
y el abrazo,
que hasta ti se trepa por las noches
entibiándote el alma.
Cierra esas palmas que miran al cielo
y extiende las manos
en puños que sostienen.
Deja de llorar
lágrimas gordas de sal y cariño
…. y da sin tregua,
a los impronunciables,
a los indeseados,
a los que el mundo va olvidando
a la vera del camino…
tienes uno en cada vuelta de esquina…

… sólo así se alcanza.

©Vita Hayes (2013)

by Aernout Overbeeke
by Aernout Overbeeke

Del Café y esa Tierra de Nadie…

Yo… fui el agua
que te besó los pies
y vino a refrescarlos,
para que pudieras
seguir tu camino.
El café que ayudó
a agudizar tus sentidos,
la brisa
que te tocó despacio
y prolongadamente…

Para avivar
lo que pensabas muerto,
yo fui esa agua de sal
en tierra de nadie,
que se evaporó con sol
al día siguiente.
Y aunque detuve el tiempo
para ti,
en ese sin nombrarnos,
sabíamos bien
que no sería eterno.

Yo… como esas cosas
que pasan sin pasar,
nunca vine hasta ti
para quedarme.

TrancasBarrancas

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by M. Orli Peña, Tierra de Nadie

Besos de Sal

Algún día te besarán las alas
con labios de sal.
Va a escocer al principio, te lo prometo
y andarás de puntillas,
como esquivando

las virutas del cristal cortante.
Mas luego,
irán sanando las carnes putrefactas

y volverás sinceramente a sonreír.

Yo, seguiré aquí…
seco,
maldito,
condenado al castigo de mi insensatez…
…. a la locura de haber amado lo prohibido.

Trancas Barrancas

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Del Café y esas gotas de agua con sal…

(… a Pau Villena F.)

«Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?»
La Biblia

¡Ah!, cosa curiosa son esas pequeñas gotas de agua salada que igual se asoman tímidas y furtivas, como procurando esconderse a simple vista, o cuando menos las esperas, se derraman cual corriente de agua viva. Brotan indistintamente del gozo o la tristeza, de la euforia que nace con la alegría o la desolación del sufrimiento; del dolor que nos causa el placer y del placer que nos causa el dolor, a veces.

Tomadas juntamente con el café, pueden amargarlo, si llegan como única compañía de una soledad no elegida… o bien endulzarlo, a pesar de su salinidad, si vienen acompañadas de un abrazo ofrendado sin prisas, como el amor.

Han estado toda la vida acompañándome, mas todavía logran fascinarme como la primera vez.  Son tan indiscriminadamente tiernas. Y en sus causas y orígenes, tan intrincadamente misteriosas.

Cuentan los ancianos de un hombre que acumulaba sus lágrimas en pequeñas tazas de café que luego llevaba a secar al sol. En un principio lo hacía en solitario, pero luego que se regara la voz otras personas del pueblo venían a hacerle compañía. Lloraban juntos, o por separado… algunos de alegría, otros de tristeza… hasta humedecer la tierra que luego el sol se encargaría de secar, dejando visibles los primeros rastros de sal. Al cabo de un tiempo la fama de aquel lugar fue repuntando, y de los más remotos confines de la tierra continuaban llegando los curiosos, en procura de dar riendas sueltas a su llanto. Al llegar la gente lloraba, muchos de ellos sin saber porqué. Fue así, aseguran los viejos, como nació el salar de Uyuni… la mayor reserva de Litio del mundo. Curioso, ¿no? Igual es todo un cuento de camino.

Yo seguiré tomando mi café en solitario, pero «por si las moscas» en lo adelante pondré dos tazas.

Trancas Barranca

Café Turco
by desconocido

La cola del hambre

Podía imaginarlos, sus cuerpecitos mutilados, de carnes molidas y pieles tostadas. Mezclados con el agua, la sal y el trigo viejo. Los sentía crujir entre sus dientes, revueltos y empapados de su propia saliva. Resultaba imposible ignorar el asco oculto a medias tras la realidad y su metáfora… la cual le impulsaba a llorar en silencio, cada vez que tragaba su anunciada desgracia. En realidad no los veía, pero en cada bocado de pan rancio que se llevaba a la boca, podía imaginarlos.

Trancas Barrancas

by desconocido
by desconocido