Todos sin excepción alguna hemos echando de menos una caricia antes de irse esta del todo. Hablando de abandonos, yo sé de unos muy pequeñitos: los de la última página del libro, los de la vida al desprenderse de tu vientre demasiado pronto, los de los que creíste amigos, también demasiado pronto. Yo sé tanto de despedidas: esas que se dan a los caracoles con los labios tensos y temblando, las que traen la tan temida lluvia o las que forman costras en la piel como si de una futura sutura se tratase.
A pesar de que algunos pensarían que es objeto de vergüenza el pensarlo, ni digamos el hacerlo, me enloquece olfatear tu ropa usada luego de revolcarnos en el patio trasero, cerca del establo. El relincho de Brau me lo recuerda. Acerco entonces tu camisa a mi rostro, acaricio con ella mi pecho, y vuelvo a enterrar mi nariz en su aroma luego de enjugar mi vientre. Es mi rito sagrado. Vuelve a relinchar Brau, asomado a la ventana… como si supiera…
Tenía tantas ganas de volver a casa que, ancorada la mirada en el vientre de aquella mujer, se imaginó nuevamente dentro de ese lugar que le acunaba con fraternal tibieza… y del que nunca debió haber salido.
Un olor a libros viejos se levanta en el recuerdo. Pasos apresurados resuenan en mi mente. Las habitaciones se tornan gigantescas. Los muebles inconmensurables. La extraña agazapada en lo más hondo de la casa levanta la cabeza. Está atenta. Lo mira todo desde las profundidades de ese líquido amniótico. Se siente segura. A salvo. Una neblina espesa rodea sus sentidos. Todo es intensamente cálido. Flota. Su oído penetra en los sonidos . Las voces se vuelven nítidas. Se introducen en mi cerebro. Un océano de fluidos calientes me rodea. Tú vas avanzando mientras yo retrocedo. Te me haces real. Cierro los ojos y vuelvo a tocar la bruma imposible del recuerdo. Libélulas azules que se pierden.
La memoria
de los triángulos de mi cuerpo
recuerda hoy tu boca,
besando el sur de mi sonrisa
para luego, ascender por mi vientre
hasta mis labios… y escocerlos,
con el salobre estambre de tu lengua.
Hoy… no me fue posible, amor
esquivar tu recuerdo.
Las bocas de tormentas, a pesar de ser menudas, guardan dentro del vientre hombres que se han tragado enteros… y que no viven ya, a pesar que respiran.
Su hipnótica hermosura es engañosa, como la de tantas otras que cruzaron mi camino.
La vi caer… abandonarse en la espiral de su danza, a la líquida complicidad de las aguas. La vi entregarse, como si de antemano supiera su destino. Vi una hoja caer… y hasta este día
había sido su único testigo … la vi morir.