Hablo demasiado… a pesar de saber que en la mucha palabra nunca falta error. Hablo con todo: con los gestos, con los ojos, con la rabia que por momentos muy breves, me consume. Amo las palabras, pero conozco también el lenguaje mudo de los perros, las palomas y los elefantes. Miro con desprecio los cubiertos, y gusto de atollarme los dedos -para luego lamerlos uno a uno- cuando unto, en la yema del huevo, el pan. Nunca miro con desprecio a las personas, porque he aprendido que la mochila que cargan consigo está llena de historias muy similares a las mías y no todas escogidas a voluntad. Colecciono lugares donde me han amado y me gusta follar arriba, debajo, de lado, desde atrás… no sólo beso, muerdo; no amo, devoro alma y cuerpo; no abrazo, me entrego y doy hasta lo que no es mío para dar. Soy políticamente incorrecto, económicamente independiente y socialmente inadaptado. En pocas palabras: no soy un tipo normal… y cómo lo disfruto.
TrancasBarrancas